top of page

EVA

 

“Eva” (Ediciones Carena, 2015) se sirve de narrativa, lírica y dibujo para exponer una historia donde el amor, la libertad y el placer jugaran un papel importante. 

 

Título: EVA

Editorial: Ediciones Carena

Editor: José Membrive

132 páginas

ISBN: 978-84-16054-94-7

La partida de Eva

 

Llevaba ya al menos una hora despierto, mirándola mirar el cielo. Ella suspiraba de vez en cuando y cada suspiro suyo estremecía mi corazón. Cuando pareció despertar de aquella ensoñación, me miró y me dijo: «¿Vamos?». Yo, evidentemente, sabía a qué se refería. Cada domingo desde hacía ya un tiempo salíamos a tomar un aperitivo en la plaza Mayor. De camino saludábamos a nuestros vecinos, a la panadera, al quiosquero; y ella sonreía. Me encantaba verla sonreír. En la plaza, bajo el sol lozano del estío, dormían cuatro mesas a la salida de una cafetería. Solíamos sentarnos en la que quedaba más apartada de la puerta. Pedíamos un par de cervezas frescas si no era invierno, unas olivas y quizá algo más, según el día. Nos sentábamos uno delante del otro sin apenas dirigirnos la mirada y solíamos quedarnos en silencio. Aquel día, sin embargo, no podía dejar de mirarla. Presentía que durante algún tiempo no la podría volver a ver. Quería aprovechar cada segundo a su lado para formar una imagen auténtica de su rostro níveo, de sus ojos del color de las encinas, de aquella sonrisa pícara que asomaba de sus labios, y cincelarlo en mi memoria. La estudiaba cuidadosamente para no incomodarla. Mantenía aún aquel mirar lejano de niña que sueña. Aquella manera de ver las cosas que tanto me atraía; y que tanto me aterraba. Sabía que ella era más feliz viajando, viviendo en un sinfín de lugares, aunque hubiera dejado desde hacía ya algún tiempo su cuerpo abandonado a mi lado.

 

Mientras la contemplaba pareció despertar de su fantasía. Creo que sintió que la miraba y me miró. Fue entonces cuando movió levemente la cabeza como si negara algo. «¿No, qué?», pensé. Pero no dije nada. Y se marchó.

 

 

 

EVA

 

Era la ingrata, la exótica,

la mesalina y solitaria,

la ansiada sin amante

sin casa, ni fruto, ni cama.

Era la que, sin serlo, era

forastera, mujer incierta,

constante despreciada.

Ella, a quien llamaremos Eva,

efigie entre las gentes; era

en el fondo fuego y era lumbre.

Alma errática recluida.

La suya, etérea y volátil;

alma que brota; y fluye; y muda.

Era ella la de la voz incierta,

la de los amores taciturnos,

la de los labios, en fin,

que no hallaron jamás otros labios.

Era Eva, la enigmática,

oscura luna solitaria.

Pasajera de las sombras,

errante compañera de estrellas;

errante de vampiros y de grillos.

Eva la nocturna,

la eremita penitente.

Insólita de su pueblo,

alocada y licenciosa.

La que sorbía el mañana

como quien sorbe el café,

la que encendía las huellas

e incendiaba los pasos con

horas de marchas y veredas.

La de la vida descosida,

la de los sueños nebulosos,

la que un día, exhausta en la

arboleda, vio salir el sol

mientras dormía.

Utópica esencia soñadora.

La suya, la de Eva;

caminante entre las sombras,

soberbia y misteriosa.

Lucero relegado, Eva.

Perenne astro del alma,

que es alma de los montes

y es alma que trasnocha.

bottom of page